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PRRS Rosalía: ¿qué hemos aprendido en estos cinco años?
10 de septiembre de 25 - Noticias
La cepa Rosalía irrumpió en 2020 como una variante especialmente virulenta del PRRS, causó importantes brotes y planteó grandes desafíos en la producción porcina española. Cinco años después de esos primeros casos, Enric Mateu, doctor en Veterinaria por la Universitat Autònoma de Barcelona y experto en sanidad porcina, nos ofrece un balance de la situación actual y nos explica cómo ha evolucionado el virus, su impacto y las lecciones aprendidas en este tiempo.
Enric Mateu, doctor en Veterinaria y experto en sanidad porcina. Foto: Enric Mateu.
¿Cómo ha evolucionado la cepa Rosalía a lo largo de estos cinco años?
A estas alturas ya no podemos hablar de una única cepa Rosalía. Durante estos cinco años, el virus se ha difundido ampliamente, ha sufrido múltiples recombinaciones y ha experimentado numerosos cambios en su genoma. En estos momentos, lo que existe es una constelación de descendientes de la cepa Rosalía original, es decir, una gran diversificación genética. Sin embargo, aparentemente no existe una mutación o variante predominante. Esto se debe, en gran medida, al propio mecanismo de replicación del virus, que introduce mutaciones en cada nueva generación de partículas víricas. Si tenemos en cuenta que la cepa Rosalía ha infectado a millones de animales en un periodo muy corto, y que en cada uno de esos animales se han generado cientos de miles de millones de partículas víricas, el nivel de variación genética acumulado es inmenso. Lo que estamos viendo ahora no es una nueva variante dominante, sino la manifestación de todo el potencial de diversidad genética que tenía esta cepa desde el principio.
¿Qué impacto observamos ahora sobre su virulencia en comparación con los brotes iniciales?
En términos generales, los brotes actuales parecen menos graves que los de hace tres o cuatro años. Sin embargo, esta reducción aparente en la virulencia probablemente no se debe tanto a un cambio en el virus como al desarrollo progresivo de inmunidad en la población porcina. Debemos tener en cuenta que, en zonas como Cataluña o Aragón, la proporción de granjas infectadas es muy elevada. Esto implica que muchas granjas cuentan ya con un cierto grado de inmunidad de grupo, lo que mitiga el impacto clínico de nuevos brotes. Aun así, no podemos generalizar. Siguen circulando variantes de Rosalía con una virulencia comparable a la de la cepa original y, al mismo tiempo, se detectan otras con un comportamiento clínico más atenuado.
¿Qué estrategias de control y manejo se han mostrado más eficaces frente a Rosalía?
Desde un punto de vista práctico, los cambios en el flujo de producción han sido una de las herramientas más eficaces. En concreto, el manejo en bandas de cinco semanas ha demostrado tener un impacto positivo en la estabilización sanitaria. Muchas granjas que han aplicado este sistema han logrado reducir significativamente la circulación del virus, aunque los resultados no son inmediatos y, en muchos casos, hablamos de procesos que requieren cerca de un año. Ahora bien, esta estrategia no es viable para todas las granjas, especialmente en aquellas con limitaciones estructurales o productivas. Por eso, también han resultado clave la aplicación de medidas más accesibles, pero igualmente importantes, como reforzar la bioseguridad interna, aplicar protocolos de trabajo más rigurosos y mantener una disciplina estricta en el manejo diario. Un aspecto crítico es la vacunación. Aunque su efecto pueda ser limitado, proporciona un nivel básico de inmunidad que ayuda a amortiguar el impacto de nuevas infecciones.
Teniendo en cuenta la utilidad de la vacunación, ¿existen vacunas comerciales que ofrezcan una protección adecuada frente a esta cepa?
Las vacunas disponibles en el mercado ofrecen una protección limitada frente a la cepa Rosalía, aunque siempre es preferible vacunar que no hacerlo. Desde el punto de vista clínico, pueden ayudar a reducir la gravedad de los signos y mantener parámetros como el crecimiento y el peso. Sin embargo, su eficacia a la hora de frenar la transmisión del virus es muy reducida. El motivo principal de esta limitación es la distancia genética entre la cepa Rosalía y las cepas vacunales presentes en las formulaciones comerciales. Aun así, conviene insistir en que la vacunación sigue siendo una herramienta útil y que, aunque no garantiza el control total de la infección, sí puede contribuir a mitigar sus efectos y a facilitar la estabilización sanitaria cuando se combina con otras medidas de manejo y bioseguridad.
Los brotes actuales de PRRS parecen menos graves. Foto: Rotecna.
En comparación con 2020, ¿observa ahora una menor mortalidad gracias a mejoras en manejo o control de infecciones?
Con Rosalía ciertos aspectos se han hecho evidentes, especialmente en fases como la transición y el engorde, y se ha visto claramente que el manejo tiene un papel fundamental a la hora de reducir tanto la transmisión como la mortalidad. Aunque todavía nos movemos en cifras altas, en torno al 7–8 % de mortalidad en transición y al 5–6 % en engorde, se ha logrado una reducción mediante la aplicación de principios básicos que ya conocíamos: no mezclar lotes, evitar mover animales hacia atrás, implementar un manejo tipo todo dentro–todo fuera y mantener una limpieza y desinfección rigurosa de las instalaciones. Ahora bien, también hemos visto que la presencia de infecciones concomitantes con otros patógenos complica mucho el control. Rosalía agrava estas situaciones, lo que añade un nivel extra de dificultad en la gestión sanitaria.
¿Se han desarrollado herramientas de diagnóstico más ágiles para evaluar la inmunidad frente a Rosalía?
Este sigue siendo un campo complejo. El principal desafío es que aún no conocemos con precisión cuáles son los parámetros que se correlacionan de forma directa con una inmunidad efectiva frente a Rosalía. Podemos medir niveles de anticuerpos o evaluar la respuesta celular y, aunque estos datos nos ofrecen una orientación sobre el estado inmunitario del animal, no nos permiten predecir con certeza si estará protegido frente a la infección. En definitiva, contamos con herramientas que aportan información parcial, pero no con un marcador inmunológico claro que nos indique de forma concluyente el nivel de protección. Por tanto, en este aspecto, podríamos decir que no hemos avanzado significativamente respecto a la situación de 2020.
¿Qué impacto ha tenido esta cepa en la percepción del PRRS dentro del sector?
Ha habido empresas y profesionales que se han mostrado realmente preocupados y han tomado medidas serias para hacer frente al virus. Sin embargo, también hay una parte del sector que, sin que esto signifique falta de interés, no ha valorado adecuadamente el impacto real de la enfermedad. Un elemento que ha influido en esa percepción es el contexto económico. Los precios se han mantenido extraordinariamente altos, y uno de los motivos ha sido precisamente el déficit de animales provocado por el PRRS. En 2024, la ganancia media por cerdo en matadero rondaba los 37 euros, lo que proporciona un margen muy amplio. Esto ha permitido que, incluso con mortalidades elevadas, las cuentas sigan saliendo. Pero también genera el riesgo de que no se perciba con claridad el verdadero alcance del problema sanitario.
Después de cinco años, ¿qué aprendizajes ha dejado al sector porcino en términos de vigilancia, bioseguridad y toma de decisiones sanitarias?
En aquellas empresas que realmente han actuado, la forma de gestionar la sanidad ha cambiado de manera significativa. Cuestiones como la bioseguridad, la organización logística o los movimientos de animales ahora se abordan de forma distinta, precisamente por el riesgo que esta enfermedad ha supuesto. El hecho de que muchas empresas hayan decidido ir por esta vía demuestra que han tomado conciencia del impacto económico que puede tener un problema sanitario de esta magnitud, y ello ha contribuido a generar una mayor conciencia sobre la importancia de la sanidad dentro del proceso productivo. También hay que señalar que el sector porcino español arrastra desde hace tiempo una dificultad para tomar decisiones colectivas y asumir una responsabilidad común. Esta falta de acción coordinada ha sido una de las debilidades más evidentes en la gestión del PRRS. Gran parte de la difusión inicial del virus se debió a la escasa comunicación entre operadores, ya fuera voluntaria o involuntaria. Esta es una lección que deberíamos aprender. Además, sería deseable que la administración adoptara un papel más activo y proporcionará el soporte legal o burocrático necesario para que el propio sector pueda implementar medidas de control más efectivas.