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Control ambiental en granjas para una producción sostenible

Control ambiental en granjas para una producción sostenible

11 de mayo de 23 - Noticias

Contar con un sistema de control ambiental adaptado a las condiciones de cada granja tiene un impacto directo en el bienestar de los animales y en su rendimiento productivo. Cuando el entorno está correctamente regulado, con una adecuada renovación del aire, buena distribución, temperatura estable, humedad controlada y niveles aceptables de gases, se reducen los problemas sanitarios, se mejora la ganancia media diaria y se optimiza el índice de conversión. Todo esto se traduce en una mayor rentabilidad para el ganadero.

Además de beneficiar a los animales, un entorno ambientalmente equilibrado favorece las condiciones de trabajo del personal y contribuye a alargar la vida útil de las instalaciones al evitar fenómenos como la condensación o la corrosión.

Aspectos estructurales y parámetros clave

El punto de partida para un control ambiental eficiente está en conocer el estado real de las condiciones internas de las naves. Para ello, es necesario auditar elementos estructurales y funcionales que afectan a la ventilación y la capacidad de regulación ambiental.

La orientación y ubicación de las construcciones adquieren un papel fundamental, especialmente en granjas donde se depende de la ventilación natural. La correcta disposición puede favorecer el flujo de aire o, por el contrario, dificultarlo si no se ha planificado adecuadamente. En paralelo, resulta imprescindible medir con precisión parámetros como la temperatura, la humedad relativa y la concentración de gases como el dióxido de carbono (CO₂) y el amoniaco (NH₃). La temperatura debe mantenerse dentro del rango de confort térmico según la fase productiva y el peso de los animales, lo que evita estrés y favorece un comportamiento productivo óptimo. El CO₂ actúa como un indicador clave de la calidad de ventilación; niveles entre 2.000 y 2.250 ppm son aceptables, pero pueden aumentar en invierno si las ventilaciones mínimas están mal reguladas. En cuanto al amoniaco, a partir de los 20–25 ppm, su efecto irritante sobre la mucosa respiratoria incrementa notablemente la incidencia de enfermedades respiratorias.

Microclimas exigentes en fases críticas

En determinadas fases, como la maternidad, la gestión ambiental se vuelve especialmente compleja. En una misma sala deben coexistir dos microclimas claramente diferenciados: las cerdas adultas requieren temperaturas de unos 17 °C, mientras que los lechones recién nacidos necesitan un ambiente cálido entre 32 y 37 °C, libre de corrientes y superficies frías.

La falta de una separación efectiva de estos microclimas puede provocar que las madres reduzcan su consumo de pienso y producción de leche, mientras que los lechones corren un mayor riesgo de hipotermia, aplastamiento o falta de ingesta de calostro. De hecho, se estima que entre el 70 y el 80 % de las bajas de lechones tienen lugar en las primeras 72 horas tras el parto, siendo la temperatura uno de los factores determinantes en su supervivencia.

Cómo debe funcionar un buen sistema de ventilación

El sistema de control ambiental gira en torno al tratamiento del aire que entra en la nave. Este debe captarse del exterior, acondicionarse en función de las necesidades de los animales (calentarlo, enfriarlo, o incluso filtrarlo para evitar la entrada de patógenos), distribuirse de forma uniforme en el interior y ser renovado continuamente para eliminar gases, polvo y humedad.

Una correcta ventilación no solo depende del tipo de sistema utilizado, sino también del estado de las instalaciones. Para ello, es imprescindible que la nave disponga de un buen aislamiento térmico, que todos los componentes estén bien dimensionados, instalados y ajustados, y que no existan fugas de aire no deseadas, ya que la estanqueidad es clave para mantener una climatización eficiente.

El objetivo es evitar oscilaciones térmicas, eliminar la acumulación de gases como el CO₂ y el NH₃, y lograr un ambiente interior estable. Un sistema mal calibrado puede suponer no solo un perjuicio para el bienestar animal, sino también una merma económica derivada de un menor rendimiento productivo y mayores costes sanitarios.

Elección del tipo de ventilación

El tipo de ventilación elegido dependerá de diversos factores como el clima, el diseño de las instalaciones, la ubicación geográfica, el tipo de producción y el nivel de tecnificación de la granja.

La ventilación puede ser natural o forzada. La natural se basa en diferencias de presión del aire (producidas por el viento) y de densidad (por diferencia de temperatura). Si bien puede ser funcional en regiones con condiciones climáticas suaves, su gran limitación es la imposibilidad de controlar el volumen de aire que se moviliza, ya que está sujeto a las condiciones atmosféricas externas. En cambio, los sistemas de ventilación forzada permiten un control mucho más preciso del ambiente interior. Su funcionamiento se basa en el uso de ventiladores que mueven el aire dentro de la nave, y se pueden clasificar según cómo interactúan los flujos de entrada y salida del aire.

Los sistemas de presión negativa son actualmente los más utilizados en el sector. En ellos, los ventiladores extraen el aire viciado de la nave, generando una depresión que hace que el aire limpio entre a través de entradas controladas. Este método es eficiente energéticamente, más fácil de manejar y permite una regulación precisa del flujo de aire.

También existen sistemas de presión positiva, en los que se impulsa aire al interior mediante ventiladores, mientras que la salida se produce por aberturas diseñadas en puntos estratégicos. Aunque son útiles en entornos donde se busca proteger el interior de contaminantes externos, requieren mayor control.

Por último, los sistemas de presión neutra combinan ventiladores de entrada y extractores de salida. Ofrecen un alto grado de control ambiental, pero con un coste energético superior y una complejidad técnica mayor.

Una visión global para un control eficaz

Más allá del sistema elegido, el éxito del control ambiental depende de un diseño integral y adaptado a cada caso. Es fundamental que se realice un estudio específico de cada granja teniendo en cuenta no solo el tipo de animales alojados, sino también factores como el clima local, la orientación de las construcciones, el grado de automatización posible y las necesidades específicas de cada fase productiva.

Solo mediante una planificación adecuada se puede asegurar un entorno saludable, productivo y sostenible tanto para los animales como para las personas, maximizando los beneficios económicos y minimizando los riesgos sanitarios.

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