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R. Gallart:

R. Gallart: "En gestión de purines hacemos las cosas porque funcionan”

23 de junio de 20 - Noticias

La gestión de los purines es hoy en día un problema de actualidad en el sector porcino, que debe avanzar hacia una mejor gestión de sus residuos para producir de forma más sostenible con su entorno si quiere continuar creciendo. Sobre los cambios en el manejo de los purines hablamos en este ‘Informativo Porcino’ con Rosa Gallart, ingeniera agrónoma en el GSP (Grupo de Saneamiento Porcino) de Lleida.

¿Por qué la mejora de la gestión de los purines se sitúa entre los principales retos de futuro del sector porcino?

El purín es un subproducto que se genera en las granjas y, en el caso de que te tengas que desprender de él, se convierte en un residuo; por lo tanto, su gestión debe de hacerse de forma correcta. En esta línea, cualquier sector que quiera mejorar y ser sostenible tiene que intentar producir sin afectar al medioambiente, a la naturaleza que nos dota de los insumos que, a posteriori, necesitaremos para producir, en nuestro caso carne. Por lo tanto, no podemos coger los purines y usar el suelo como un sumidero, puesto que este dejará de ser fértil y no nos aportará los alimentos que necesitamos. Lo mismo sucede con las aguas subterráneas. 

¿Cuáles son los efectos nocivos de los purines?

El purín en sí no tiene efectos nocivos, sino que depende de cómo lo utilicemos. Si hacemos un uso controlado, es decir, si aplicamos el purín en función de las necesidades de cada cultivo y siguiendo un plan de abono, el purín aporta a las plantas muchos de los nutrientes que necesitan para su crecimiento, como el nitrógeno, el fósforo, el potasio… Sin embargo, si lo aplicamos de manera incontrolada, sin tener en cuenta las proporciones de nutrientes que necesita cada cultivo, podemos estar sobrefertilizando el suelo y generar un efecto nocivo. Por ejemplo, una práctica habitual y errónea era la de aplicar el purín tomando como criterio un determinado número de cubas. En este caso, seguramente se estaba aplicando al suelo más nitrógeno del que realmente necesitaba el cultivo.

Históricamente, ¿el sector no estaba haciendo las cosas bien?

El problema es que no había suficiente conocimiento sobre el purín, y la única premisa para su uso era: “yo tengo este purín, tengo estas tierras, por lo tanto, todo mi purín servirá para fertilizar mis tierras”. En el momento en que la agricultura y la ganadería se separan como actividades y pasan a estar gestionadas por titulares diferentes, los ganaderos se encuentran con que el purín que producen no lo pueden aplicar en sus tierras, porque o no disponen de ellas o son insuficientes, un hecho que provoca que recurra a terceras personas para aplicar el purín en sus tierras. Pero con este cambio de modelo de actividad también tiene que haber un cambio de mentalidad; tenemos que dejar de utilizar cubas para aplicar concentración de nutrientes, es decir, quilos de nitrógeno, de fosforo y de potasio. Esto requiere un cambio en la forma de gestionar los purines y, por lo tanto, más conocimientos sobre su uso como fertilizante.

¿Cuáles son los límites legales de aplicación de purines al suelo?

Legalmente hay unas limitaciones que vienen por una directiva europea. Se trata de una limitación según los nitratos del agua, que establece que, si en una zona se detecta que las aguas freáticas tienen una concentración superior a 50 ppm, se tiene que declarar como zona vulnerable y regular la aplicación de nitrógeno orgánico. Lo establecido es un límite de 170 quilos de nitrógeno procedente de fertilizantes orgánicos por hectárea y año.

¿Qué ha hecho el sector para reducir la generación de purines?
Hasta ahora, se ha actuado principalmente sobre la alimentación de los animales. Se han aplicado cambios en la dieta para conseguir que los animales excreten menos nitrógeno y fósforo. En este sentido, se ha adaptado el consumo de alimento a cada fase productiva, de manera que el animal retenga el máximo, tanto del nitrógeno como del fósforo, que se le suministra. Por otra parte, el sector también ha ajustado la cantidad de proteína de las dietas y las ha suplementado con aminoácidos sintéticos, que son más asimilables. Lo mismo sucede con el fósforo: se utilizan aditivos, como fitasas, que ayudan a una mejor digestión y a que el animal no excrete tanto. Finalmente, para reducir el volumen de purines, también se ha invertido en cambiar y mejorar los sistemas de agua en las granjas. El sector se ha concienciado de la importancia de una buena regulación del caudal, del control de fugas, de las inspecciones para detectar posibles problemas, de la instalación de bebederos más eficientes y de la aplicación de dietas que no requieran mucha agua.

Separador sólido-líquido de Tecnapur en funcionamiento. Foto: Rotecna.

En un siguiente nivel, hablaríamos del tratamiento de los purines. ¿Qué opciones hay?

Los diferentes sistemas de tratamiento que hay nos ayudan a dar una utilidad diferente al purín: nos permiten concentrar nutrientes, separar fracciones para darles un uso más ajustado a las necesidades de los cultivos, eliminar algún nutriente excedentario, preparar los subproductos que obtenemos para una posible venta o valorización en un mercado como materias primeras de fertilizantes, etcétera. Actualmente, la mayoría de las granjas cogen el purín de sus balsas o fosas y lo aplican directamente al campo. Tan solo con la simple separación sólido-líquido podemos obtener dos fracciones más homogéneas y, por ejemplo, utilizar la fracción sólida para aplicar en fondo antes de la siembra, y la fracción liquida la podemos aplicar dosificada durante todo el periodo de riego por cubierta. Quiero pensar que la proliferación de sistemas de tratamiento de purines en las granjas ayudará a cambiar la legislación. En este sentido, la separación sólido-líquido es la primera fase en cualquier tipo de tratamiento. Es un sistema que se tendrá que implantar en cualquier granja que quiera ir más allá en el tratamiento de sus purines o quiera diferenciarse, poder comercializar la fracción sólida a una planta centralizada que le dé un valor, y quedarse con la fracción líquida para las tierras que haya alrededor de su granja.

¿Qué relación existe entre una buena o mala gestión de los purines y las cifras productivas?

No gestionar correctamente los purines siempre tiene un coste. En cambio, la buena gestión siempre tiene ventajas. Solo el hecho de mejorar el almacenamiento del purín tiene efectos positivos sobre la producción, especialmente en el ámbito de la salud animal. Si se retiene el purín dentro de las granjas, en las fosas, puesto que tiene una gran cantidad de nitrógeno en forma amoniacal, hace que se cree un ambiente hostil dentro de las naves que puede generar problemas respiratorios en los animales. Además, también bajan sus defensas, por lo que son más susceptibles a padecer cualquier enfermedad. Por lo tanto, solo con gestionar bien el purín dentro de las naves, se pueden mejorar los datos productivos. En cambio, una mala gestión puede reducir el censo.

¿El sector está preparado y concienciado para asumir estos cambios?

Hay zonas muy concienciadas, pero no preparadas. En general, todo el sector se tiene que preparar para dar este paso. Este problema ya surgió con la normativa de bienestar animal, porque siempre vamos a remolque de la norma. Creo que tenemos que cambiar la mentalidad y pensar que las cosas las hacemos porque funcionan y nos dan un servicio, no para cumplir la ley. Por ello, hay que reducir la burocracia y que cuando una persona implante un sistema de tratamiento se entienda que es para mejorar su gestión, no para solucionar un problema de papeles. Si lo hacemos así, el cambio será progresivo y positivo. Sin embargo, necesitamos que la administración actúe como árbitro, que cuando implante una norma de mejora ejerza un control y que quien lo haga mal vea reducido su censo. Si no tenemos esto nunca podremos avanzar en plantear cambios en el sistema de gestión de los purines.

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