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Medidas de bioseguridad para hacer frente a las amenazas sanitarias
21 de noviembre de 19 - Estudios
Carlos Sánchez. Veterinario del Servicio en Prevención en Salud Animal de la Generalitat de Catalunya
Probablemente, el sector porcino español sea uno de los más relevantes en el mercado nacional e internacional, por la calidad y variedad de sus productos, y por los importantes beneficios que aporta. Se trata de un sector que contribuye a mantener un tejido económico y productivo que se reparte por todo el territorio, y compensa la concentración demográfica e industrial alrededor de los grandes núcleos de población en España. No obstante, el porcino tiene que hacer frente a diferentes amenazas y retos. En el caso de materializarse las amenazas o no poder afrontar los retos, se produciría una crisis de producción y laboral que no solo afectaría al sector porcino propiamente dicho, sino que también repercutiría sobre todos los sectores secundarios complementarios.
Actualmente, la principal amenaza es la sanitaria: existen varios grupos de enfermedades que están afectando o pueden afectar al sector porcino. En primer lugar, tenemos las enfermedades caracterizadas por su gran virulencia y poder contagioso. Son enfermedades de declaración obligatoria que, en caso de confirmación de un foco, afectarían gravemente a nuestro comercio, pues supondrían el cierre de fronteras para la exportación de productos porcinos. Algunos ejemplos son la peste porcina africana (PPA), la peste porcina clásica (PPC) y la fiebre aftosa.
En segundo lugar, tenemos la enfermedad de Aujeszky y la salmonelosis. La primera ha causado graves daños al sector y, en la actualidad, se continúan declarando algunos casos muy esporádicos en granjas. La salmonelosis es importante por ser una enfermedad zoonótica, que persiste a través de las diferentes fases de la cadena alimentaria, y puede llegar a afectar al consumidor.
Finalmente, existe otro grupo de enfermedades, no menos importante, formado por todas aquellas que no suponen un bloqueo a nuestras exportaciones ni tienen repercusiones para la salud de las personas, pero cuya presencia en granja provoca importantes pérdidas económicas, principalmente debido a factores como la mortalidad de lechones; la disminución del índice de conversión, que provoca que se necesite más alimentación y tiempo para alcanzar un peso deseado; el incremento de gastos en asistencia veterinaria y medicamentos; el aumento de operaciones de limpieza y desinfección; el periodo de inactividad de la granja hasta recuperar un estado sanitario óptimo; y la reposición de animales.
En este grupo se incluyen enfermedades conocidas y sufridas por nuestros ganaderos, entre ellos las siguientes:
Enfermedades bacterianas |
Enfermedades víricas |
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Además de las amenazas sanitarias, el sector también tiene que afrontar otros retos:
- La incidencia mediática y social sobre cualquier actividad productiva que incluya animales y que repercuta en el medio ambiente. Este contexto requiere que el sector se esfuerce por mantener una comunicación clara y transparente pare el resto de la sociedad sobre determinados aspectos del proceso productivo del porcino de calidad.
- El otro gran reto que debe afrontar el sector porcino es la reducción del uso de antibióticos en la producción animal. No se trata de un problema que afecte únicamente al ámbito ganadero: la creación de resistencias bacterianas a los antibióticos supone que cada vez será más difícil encontrar antibióticos efectivos para combatir las infecciones bacterianas que pueden afectar tanto a personas como a animales. En los últimos años, España ha realizado un esfuerzo considerable en la reducción del uso de antibióticos en producción animal, pero todavía formamos parte del grupo de países europeos que utilizan más antibióticos.
Conocedores de estos retos y amenazas, los ganaderos deben reflexionar y, más tarde, actuar para evitar o reducir el riesgo de entrada en las granjas de todas estas enfermedades que amenazan al sector. Para ello es fundamental establecer unas buenas medidas de bioseguridad.
El exterior de la granja (más allá del vallado perimetral) es un espacio no controlado por el ganadero: no sabemos el nivel de carga microbiana y/o parasitaria que pueda existir, qué recorrido han realizado las personas, vehículos y/o objetos que están a punto de entrar. En cambio, la granja es un espacio controlado por el ganadero y es, por tanto, donde podemos actuar implementando medidas que impidan la entrada de esas enfermedades desde el exterior. El conjunto de esas medidas, ya sean estructurales o de manejo, es lo que conocemos como medidas de bioseguridad.
Cada granja tiene sus particularidades y los ganaderos son quienes mejor conocen los puntos críticos de sus instalaciones, dónde hay riesgo de introducción de enfermedades y qué soluciones se pueden aplicar para eliminar estos puntos débiles.
La mayoría de los microorganismos causantes de enfermedades en el porcino necesitan de otros elementos, animados o no, que les ayuden a entrar en la granja, a los que conocemos como vectores. En granjas, las principales vías de entrada de enfermedades y las medidas que pueden evitar o reducir esta entrada son.
Vía de entrada |
Medidas de bioseguridad |
Personas |
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Vehículos |
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Nuevos animales |
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Pájaros, roedores y otros animales |
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Objetos, utensilios |
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Agua |
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Por lo tanto, podemos establecer una relación directa entre el aumento del nivel de bioseguridad y la reducción de problemas sanitarios en las granjas. Una misma medida de bioseguridad previene y evita la entrada de diferentes patógenos, ya sean víricos, parasitarios o bacterianos y, en consecuencia, evita el uso de antibióticos. Por lo tanto, podemos considerar que las actuaciones de bioseguridad en granja son medidas de amplio espectro y, si se me permite, no generan resistencias.