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¿Cómo podemos medir y certificar el bienestar animal en las granjas?

¿Cómo podemos medir y certificar el bienestar animal en las granjas?

16 de abril de 24 - Noticias

Desde 2018, las granjas de porcino pueden conseguir la certificación Welfair® de Bienestar Animal, un sello que verifica que los animales de esas granjas tienen un nivel de bienestar animal superior al mínimo legal europeo, uno de los más exigentes del mundo. Cada vez son más las granjas que obtienen esta certificación, ya que es importante para sus clientes, y, en un futuro, seguramente para el consumidor final. Para conocer más sobre las tendencias en bienestar y la certificación Welfair®, hablamos con Lluís Vegas, auditor líder Welfair®.

En los últimos años, el bienestar animal se ha posicionado como uno de los pilares básicos de la producción porcina. ¿Qué provocó este cambio?
Las grandes distribuidoras percibieron que el consumidor quería saber más sobre cómo se cría a los animales y en qué condiciones, para poder elegir entre animales criados con mayor o menor estatus de bienestar animal y disponer de una certificación que lo verifique. Estos fueron los inicios, pero con los años se ha ido evolucionando y los requerimientos cada vez son más exigentes.

¿Qué aspectos definen el bienestar animal?
Actualmente, el nivel de bienestar animal se basa en la observación de cuatro principios: una buena alimentación, un buen alojamiento, una buena salud y un comportamiento apropiado para cada especie.

certificación bienestar animal
Cuadro general de los principios y criterios de los protocolos Welfair Quality®.

¿Qué cambio en materia de bienestar animal ha supuesto un antes y un después para el sector porcino?
Si hablamos de instalaciones, el cambio que más incidencia ha tenido en los últimos años en las granjas porcinas ha sido la necesidad de instalar más puntos de agua para mejorar la alimentación de los animales, evitar que tengan sed prolongada y así reducir el estrés. A través de la certificación Welfair® se pide, para obtener una buena puntuación en el principio de buena alimentación, que las instalaciones tengan una ratio de diez cerdos por bebedero como máximo para evitar la competencia por el recurso y, como mínimo, dos bebederos por corral, porque cuando solo hay un bebedero y se produce una avería o un bebedero se contamina por heces, los animales se quedan sin agua durante un periodo de tiempo. En cambio, si hay un punto de agua alternativo se mejora el bienestar de los animales. Por otra parte, también hemos avanzado hacia la utilización de más material de enriquecimiento, que permite a los animales expresar su comportamiento natural de hurgar y buscar alimentos. En este sentido, evaluando el tiempo de uso, se ha demostrado que los materiales orgánicos, la paja, los pellets de paja, maderas blandas, etcétera, son algunos de los materiales de enriquecimiento más adecuados, ya que son comestibles, se deforman, cambian de olor… por lo que estimulan más al cerdo a expresar su comportamiento natural. En el extremo de lo óptimo, estaría el uso de camas de paja, aunque es más difícil de aplicar. En cuanto al uso de este material, en las granjas de cerdos se ha mejorado mucho. Por ejemplo, hemos conseguido que las cerdas que permanecen temporalmente en jaulas, tanto en gestación como en maternidad, también dispongan de material de enriquecimiento, y esto ha reducido la prevalencia de estereotipias en estas fases.

¿Qué beneficios aporta la aplicación de todas estas medidas de bienestar animal a nivel productivo?
El principal beneficio de estas medidas es que, al reducir los factores de estrés sobre los animales, logramos incrementar su bienestar y minimizar las pérdidas productivas de las granjas. Sin embargo, los animales tienen un límite genético, es decir, llegará un momento en que los costes que invirtamos en mejorar el bienestar de los animales ya no tendrán un retorno productivo. Por ello, en un futuro el consumidor tendrá que conocer los sobrecostes si elige productos etiquetados con exigencias de bienestar más elevadas. Precisamente, el proyecto europeo de Welfair Quality® en su origen, además de evaluar el bienestar de los animales de producción, se creó para concretar el concepto de la granja a la mesa, que permite, con el uso de certificaciones, detallar y justificar el precio de la carne si se incrementa y, así proteger a los ganaderos que están aplicando unos estándares mayores en bienestar.

¿Es un hándicap el coste en recursos y de personal en bienestar animal?
En bienestar animal siempre hay una inversión económica por parte del ganadero, no solamente por el material que se requiere, sino también de tiempo y mano de obra. Por ejemplo, necesitas personal que verifique diariamente que los animales disponen de material de enriquecimiento. No obstante, creo que los ganaderos saben que el futuro va en esta línea y, aunque requiere de tiempo y esfuerzo, todos sabemos hacia donde tenemos que ir, y así lo está haciendo el sector.

¿Cuáles son algunos de los aspectos a mejorar en las diferentes fases productivas en materia de bienestar animal?
Si empezamos por maternidad, tenemos la iniciativa legislativa popular sobre el final de la era de las jaulas, y, aunque creíamos que este año la Unión Europea legislaría en este sentido, parece que, debido a la inflación, el tema se ha parado. Sin embargo, vamos hacia trabajar en cubrición y suelta de las cerdas, reduciendo las jaulas al mínimo de tiempo posible, solo para el manejo de inseminación. En lactación, en parideras se establecerán de no confinamiento o confinamiento mínimo, donde la cerda se pueda mover, girar… y esté encerrada el mínimo tiempo imprescindible. La Unión Europea sabe que, si aplica ahora esta legislación aumentarán los costes y muchos ganaderos no podrán asumirlo, de modo que será una evolución progresiva. En cuanto a las transiciones y el engorde, las medidas en bienestar también se incrementarán. Ahora las granjas de nueva construcción ya tienen que adaptarse a la nueva normativa en cuanto a densidades, espacios de los comederos, número de bebederos…, y el año que viene dicha normativa ya se aplicará a las granjas existentes. Actualmente, la norma dice que en transición hay que tener un punto de alimentación cada quince animales, pero se debería definir que es un punto de alimentación, ya que hay tolvas de cinco bocas, que se supone que son cinco puntos de alimentación, pero hay otros sistemas en los que no queda tan claro, como en comederos de una sola boca donde pueden comer tres lechones. Finalmente, en gestación seguiremos eliminando progresivamente las jaulas, aumentando la superficie de descanso de los animales y la utilización de material de enriquecimiento.

Como comentaba, para certificar la aplicación de medidas de bienestar animal en las granjas existen sellos y certificaciones. ¿Qué supone disponer de estos distintivos?
Las entidades certificadoras verifican que una granja tiene un nivel de bienestar animal superior al mínimo legal, el cual en Europa ya es el más exigente del mundo, y seguimos en proceso de mejora. Las certificaciones Welfair® en bienestar animal en porcino empezaron en 2018, y lo que se ha hecho es, en periodos de 3 años, ser cada vez más exigentes, mantener criterios científicos e ir aumentando la puntuación que se requiere a las granjas para, en nuestro caso, recibir el certificado Welfair®. Al principio se pedía una puntuación mínima, que además posibilitó que las empresas se pudieran adaptar paulatinamente, más adelante se exigieron de 55 puntos, por lo que muchas granjas han tenido que hacer mejoras para mantener este certificado. En un futuro, el siguiente paso a nivel de valoración supondrá volver a duplicar la puntuación exigida y para ello se trabaja en mejorar en criterios concretos. Por ejemplo, se probará de exigir un mínimo de expresión de comportamiento exploratorio y penalizar el porcentaje de mortalidad, etcétera.

auditoria bienestar animal
Lluís Vegas durante una auditoría en una granja porcina. Foto: Ll. Vegas.

¿Cómo funcionan estas certificaciones?
Normalmente es el propietario de la granja o la empresa integradora quien solicita que la granja disponga de una certificación de bienestar animal. Por lo tanto, desde la granja se ponen en contacto con una de las más de 20 entidades certificadoras que pueden emitir certificados Welfair® para hacer una auditoría. A partir de aquí, la certificación se puede hacer de forma individual, en una sola granja, que debe renovar anualmente el certificado, o de manera grupal, donde lo que se hace es, anualmente, una auditoría a un grupo representativo del número total de granjas de la empresa. En este caso, la empresa debe disponer de un sistema global de gestión, según el cual también deben realizar auditorías internas a partir de un check-list de prerrequisitos y una serie de medidas obligatorias del protocolo, y enviar los resultados a la entidad de certificación. Además, también se les audita anualmente este sistema global de gestión. Si en la auditoría hay una no conformidad en prerrequisitos o en no obtención de la puntuación, tienen 30 días para corregirlo y se aplican medidas de revisión y seguimiento adicionales, como las auditorías no anunciadas que incorporamos este año.

¿Qué aspectos se tienen en cuenta en una auditoría para conceder una certificación de bienestar animal?
La auditoría tiene dos partes muy diferenciadas. Por un lado, la valoración del bienestar animal de la granja, basada en el protocolo de Welfair Quality®, donde analizamos una serie de medidas basadas en la observación del animal que darán un valor numérico a 12 criterios, y estos 12 criterios darán un valor numérico a los cuatro principios que comentábamos antes: buena alimentación, buen alojamiento, buena salud y un comportamiento apropiado para cada especie. A partir de aquí, por ejemplo, en el principio de buena alimentación valoramos ausencia de hambre y ausencia de sed. En ausencia de hambre miramos la condición corporal de los animales, lo que nos indica si están comiendo todo lo que necesitan, y en ausencia de sed, miramos el número de bebederos, la proporción de animales por bebedero y la limpieza de estos. En buen alojamiento valoramos el confort en el descanso, la facilidad de movimiento y el confort térmico. Todo esto es una parte de la auditoría. Por otro lado, hacemos un check-list de prerrequisitos de unos 40-50 puntos donde se valoran los aspectos de la legislación y otros de bioseguridad e higiene. Una auditoría en una granja de engorde nos puede llevar entre 4 y 5 horas, y en una granja de madres entre 5 y 6 horas.

¿Cuál es el futuro de las certificaciones? ¿Será imprescindible disponer de ellas?
Hay especies en las que estas certificaciones ya son casi imprescindibles, como las gallinas ponedoras o vacuno de leche, porque el consumidor lo demanda. Creo que el consumidor también querrá poder decidir la carne que compra en función de la información en el etiquetado sobre en qué condiciones se ha producido esa carne.

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